"Estar tendido en la hierba, con los ojos vueltos hacia el cielo, verse inducido a la rêverie (ensoñación) al mirar el <<fluir y refluir de esta agua>> y oír a intervalos su respiración jadeante, y sentirse acunado por ese ritmo casi hipnótico, quiere decir advertir la intima conciliación entre hombre y naturaleza, la indiferencia entre sujeto y objeto desprovista de la voluntad de desafío y lucha que marca lo sublime. La pérdida de la conciencia vigil y centrada, el olvido de la reflexión y la acción intensifican el sentimiento de la propia existencia, disolviendo el miedo a ser absorbido por el mundo o arrastrados al remolino sin fondo de la interioridad. No es a la tempestad de las pasiones como energía propulsora ni a la bonanza, a la calma chicha, a lo que se vuelve aquí el pathos de Rousseau, sino al temblor, a la palpitación y a la oscilación lenta y continua de sentimiento de uno mismo. En este santuario de la naturaleza, donde brotan espontáneamente hierbas, flores y frutos, donde no llegan las contiendas, los egoísmos y las amarguras de la vida social, donde se respiran suaves brisas y se siguen perezosamente las ondas, es donde uno se siente por fin en paz consigo mismo y con el mundo, satisfecho y vaciado de toda codicia de lo ignoto y de toda fantasía de huida." 
– Remo Bodei

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